Hay muchos que ponen en duda el registro bíblico sobre la conquista de la ciudad de Jericó. Pero los registros arqueológicos coinciden plenamente con el relato bíblico. Por ejemplo se hallaron vasijas con grano (cuando una ciudad es sitiada, los sitios por lo general son bastante largos, y siempre escasea el alimento) lo que demuestra que el sitio fue breve, y que la destrucción ocurrió en primavera, como lo demuestra el relato bíblico. También se encontró un estrato de ceniza, lo que demuestra que la ciudad fue completamente consumida por el fuego. Esta historia, nos muestra que para Dios no hay nada imposible. No hay muros que lo puedan detener. Pero antes de conquistar Jericó, Dios hizo que el pueblo marchara. Ellos tenían que obedecer fielmente las instrucciones de Dios. Los sacerdotes hacían sonar el shofar, pero ellos debían guardar silencio. Solo el séptimo día, después de dar 7 vueltas alrededor de la ciudad, y después de escuchar el toque prolongado del shofar, es que el pueblo gritó con todas sus fuerzas, y Dios derribó los muros de Jericó. La ciudad tenía un muro doble. Pero el primer muro cayó hacia adentro, formando una especie de rampla, que permitió que el pueblo de Israel entrara fácilmente a destruir la ciudad. La única familia que se salvó, fue la familia de Rahab, la prostituta, la cuál pasó a vivir y a ser parte del pueblo de Israel. Dios la eligió para ser la tataraabuela del rey David, y también así del mismo Señor Jesús (Mateo 1:1-16). Dios siempre espera de nosotros que tengamos fe en su poder, en su amor, y en sus promesas. Y que avancemos por fe, obedeciendo fielmente lo que Él espera de nosotros. Que el Señor te bendiga.