La celebración del domingo de ramos se debe a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aclamado por una multitud como el Mesías. Jesús, el Hijo de Dios, iba montado en un asno y sus seguidores lo recibieron al grito de “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.
Cristo era un rey diferente, Él no vino para ser un mártir, sino para sustituir la condenación eterna por la salvación, a liberar las cargas de las mujeres y los hombres y a dar vida, en esta tierra como en la eternidad.