Vamos a hablar ahora del orden en que el Señor se ha complacido en que se gobierne su Iglesia.
Porque aunque es justo [316] que sólo él gobierne y reine en la Iglesia, que la presida y se destaque en ella, y que su gobierno sea ejercido y administrado únicamente por su palabra; sin embargo, como no habita entre nosotros en presencia visible, para declararnos su voluntad por sus propios labios, en esto (como hemos dicho) usa el ministerio de los hombres, haciéndolos, por así decirlo, sus sustitutos. , 1 no transfiriéndoles su derecho y honor, sino sólo haciendo su propio trabajo con sus labios, como un artífice usa una herramienta para cualquier propósito. Lo que he expuesto anteriormente (cap. I. Sec. 5) me veo obligado de nuevo a repetir.