El Bautismo es una marca de nuestro cristianismo y el signo por el cual somos recibidos en la sociedad de la Iglesia, para que injertados en Cristo seamos contados entre los hijos de Dios. Nos ha sido dado por Dios en primer lugar, para servir a nuestra fe en Él; y en segundo lugar, para confesarla ante los hombres. Trataremos por orden estos dos puntos y las razones de ambos.

El bautismo es el signo iniciático por el cual somos admitidos a la comunión de la Iglesia, para que, siendo injertados en Cristo, seamos considerados hijos de Dios. Además, el fin por el cual Dios lo ha dado (esto he demostrado que es común a todos los misterios) es, primero, que pueda conducirnos nuestra fe en él; y, en segundo lugar, que sirva al propósito de una confesión entre los hombres. La naturaleza de ambas instituciones la explicaremos en orden. El bautismo aporta a nuestra fe tres cosas, que deben tratarse por separado.