Los frutos de un corazón con Fe

CAMVI

Apr 11 2024 • 38 mins

El cómo llegamos muchas veces a la Iglesia con cargas, con estructuras de pensamiento y aunque hemos escuchado y nos piden que quitemos esos viejos pensamientos, se ha quedado en el pasado, necesitas renovar tu mente, muchas veces nos quedamos con ciertas ideas en las cuales queremos empezar a construir y esto no es para nada posible, la teología que aprendemos a veces no la practicamos, nos convertimos en cajas de información donde repetimos cosas pero que no la vivimos y no las aplicamos a nosotros mismos. Es común encontrarse a personas que tienen cierto conocimiento en la Biblia pero que no han podido llevar una aplicación en su vida, que no han podido dar los frutos que el conocimiento que les está dando, llevarlo a la práctica, el creer en Dios implica mucho más que simplemente aceptar su existencia intelectual, implica creer en Él de todo corazón, depositar nuestra fe en su bondad, fidelidad y poder, confiar en su palabra y obedecer sus mandamientos, la verdadera fe en Dios se manifiesta en una vida transformada, en los frutos de justi8, amor y misericordia. Es una fe que persevera en medio de las pruebas, nunca pierde la esperanza, el poder y la fidelidad de Dios, es difícil que tu vida haya empezado a dar frutos de los cuales no has sembrado, es importante que reflexiones si realmente estás viviendo lo que estás creyendo, nosotros confiamos porque creemos plenamente que Dios existe, la fe no es ni nunca será un asunto de la mente, ni de la emoción, no depende de nuestro estado de ánimo, siempre la fe será una transacción de un corazón dispuesto y sumiso que altera la forma de percibir y de vivir en cada área nuestras vidas. Un corazón con fe cumple tres cosas que realmente cree que la manera de Dios y el tiempo de Dios es correcto y es mejor, también creer que hay bendición al seguir a Dios sin importar el costo, esfuerzo, pruebas y los rechazos, y por último y no menos importante es creer que la obediencia es su propia recompensa por que protege los amargos frutos del pecado como el sentirse indignado del espíritu de Dios, y como la obediencia que es un punto fundamental e importante para la fe.