EL JUICIO VENIDERO
Cuando sabemos que hemos desobedecidoa las órdenes de nuestros padres, o hemos faltado a las reglas de nuestros centros educativos, puestos de trabajo, o hemos quebrantado alguna ley de nuestra nación, sabemos que en algún momento seremos corregidos, disciplinados, o sentenciados por nuestras acciones. Este conocimiento del castigo eminente invade de temor nuestro corazón, y viene un profundo deseo, de que el día de nuestro castigo jamás llegue, pues por lo general, los castigos pueden ser severos y dolorosos. Al igual que las faltas que cometemos en contra de los hombres tiene castigo, las faltas que cometemos contra la voluntad de Dios también tiene castigo. Este castigo será ejecutado en el final de los tiempos, cuando finalmente Dios juzgue a todo el mundo por sus acciones, tal como nos da a conocer el apóstol Juan: “Si en verdad amamos a los hermanos, y si vivimos como Jesucristo vivió en este mundo, no tendremos por qué tener miedo cuando Jesús venga para juzgar a todo el mundo.” 1 Juan 4:17 TLA.
El juicio eminente de Dios sobre este mundo, causa pánico en el corazón de algunas personas, pues ven a Dios como el Juez, el Rey, el Legislador, el que castigará sin ninguna clase de compasión y misericordia a los que no caminan en conformidad a su voluntad. El juicio de Dios es eminente, y por su puesto puede causar pánico en nuestro corazón el hecho de pensar que un día estaremos en su presencia para rendir cuenta de nuestras acciones. Pero una vez que conocemos la verdadera naturaleza de Dios, su tierno amor por nosotros, absorbe cualquier temor que pueda haber en nuestro corazón, pues por ese amor envió a su amado Hijo para que entregara su vida y así no tengamos temor del juicio que ejecutará en el final de los tiempos. El amor de Dios en nuestra vida, solo se manifiesta cuando aceptamos a Jesucristo y empezamos a llevar una vida similar a la que Él llevó cuando estuvo en este mundo.
Una vida similar a Cristo se manifestará cuando amemos profundamente a nuestro prójimo, y a Dios con todo nuestro corazón y le obedezcamos fielmente de la misma manera que su amado Hijo le obedeció. Con Dios en nosotros por medio de Cristo, no tenemos razón para temer aquel día cuando finalmente Dios ejecutará su juicio sobre este mundo pecador, porque al aceptar el sacrificio realizado por nuestro Señor, fuimos liberados definitivamente del castigo eterno que nos esperaba por nuestras acciones pecaminosas. Por el contrario, debemos mirar hacia adelante, al día del juicio, porque significará el fin del pecado, y el comienzo de la relación cara a cara con nuestro amado Señor y Salvador Cristo Jesús en su reino eterno.