En el Valle del Ariége se siente una atmósfera espiritual cuyo origen yace fuera del espacio y del tiempo. Allí el aire está impregnado con un espíritu diferente al del de las llanuras circundantes. Las majestuosas montañas que rodean el valle atraen al hombre dejándole contemplar un panorama que responde a leyes cósmicas de un orden superior. En esta poderosa región resuena y se siente más que en ningún otro lugar el eco de la vida y la influencia de los Cátaros.