La respuesta es tan evidente que sería un insulto a la inteligencia creer que le hará ascos a ceder ante Puigdemont. Otra cuestión distinta es que provoque elecciones en diciembre y adopte el papel de un patriota que no cede ante el chantaje independentista. En caso contrario utilizará su condición de pacificador. Todo es posible en el sanchismo. Uno de los momentos más divertidos del debate fue cuando Feijóo le dijo que no pactaba con Vox porque Abascal no quería. En este caso, aseguraría que no era la ultraderecha, sino una derecha patriótica. Lo mismo le sucede con el PP. No le importaría aceptar sus votos, porque el bien jurídico a proteger es Sánchez y su continuidad en La Moncloa. Esta adaptabilidad es fascinante. La venganza es un instrumento político que ejerce solo cuando espera obtener un beneficio, porque ha acogido a muchos de los enemigos que tenía en el partido. Por ello, que
busque una fórmula imaginativa para amnistiar a Puigdemont y hacer un referéndum que se llame de otra forma no sería ningún problema.